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LA FAMILIA IMAGEN DE DIOS

Por Mons. Ramón de la Rosa y Carpio



Dios es una familia
¡Cuánto se puede conversar sobre Dios! Es un pozo infinito, que nunca llegaremos a conocer del todo. Siempre descubriremos algo nuevo en el “misterio” de Dios.

Hoy sólo queremos afirmar la dimensión comunitaria de Dios.

Por definición y esencia, el Dios cristiano es una comunión de personas, de tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Dios “en el misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia” (Juan Pablo II).

Es una comunidad de amor y de vida, en la que todo es común, hacia dentro de la misma interioridad de Dios y hacia fuera en toda acción o comunicación de sí a otros.



En Dios, hay clara identidad de tres personas: tres personas distintas, pero no contrapuestas entre sí, tienen igualdad de naturaleza, están en íntima comunión entre sí, con propósitos comunitarios en el quehacer como consecuencia de su “ser familia y comunidad”.

Una acción específica puede estar dirigida principalmente por una de las Personas de la Trinidad. A ella se le atribuirá de manera particular. Pero, en realidad, está realizada por las tres divinas personas. Así la Creación se atribuye al Padre, pero es obra también del Hijo y del Espíritu Santo; la Salvación, a Cristo, pero es el Padre que lo envía y es el Espíritu Santo quien realiza la acción; la Santificación, al Espíritu Santo, pero el Padre y Cristo están en el origen y en la culminación del dinamismo santificador.

De esta manera, se constata fácilmente que la huella trinitaria puede ser encontrada en todo y que la imagen de Dios en todo cuanto existe es imagen del Dios trino.

La Familia y Dios.
“No es bueno que el hombre esté solo”, dijo Dios: por eso creó la mujer. Es una afirmación implícita de la dimensión comunitaria de la creación: creó Dios al ser humano a su imagen, hombre y mujer lo creó (Génesis 1, 27-28).

La imagen de Dios está en el hombre y la mujer considerados individualmente: en cada uno hay huellas de la Trinidad. Son imagen de Dios, considerados también como pareja, los dos unidos, pero considerados, sobre todo, en su familia, con los hijos. Así se afirma abiertamente: la familia es imagen de Dios, del Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La familia es, pues, una comunión de persona, una comunidad de vida y de amor.
Función de la pareja es procrear, elevar, educar, construir la familia.

La familia es la primera comunidad; una comunidad natural. Se nace para vivir en familia. Llevamos en nuestra naturaleza, como un sello, la marca, la ley del ser comunidad familiar. Ese es el plan de Dios escrito en los seres humanos mismos y revelado verbalmente por Él mismo. Plan de Dios, que se convierte en misión para cada ser humano.

La meta de Dios aparecía clara y hermosa: cada familia debía reproducir la vida comunitaria de la Trinidad. Allí, hombre, mujer e hijos, debían encontrar la felicidad y gozo, un paraíso, pero por la envidia del Diablo entró el pecado en el mundo. La pareja, ambos, pecaron.
Los primeros efectos negativos de la caída en pecado fueron la no aceptación de responsabilidades y la división de la pareja: Eva y Adán quisieron echar su culpabilidad en otro y se acusaron entre sí. La armonía de la pareja quedó rota. El paraíso en la tierra quedó quebrado. Luego vino el pecado de Caín, matando a su hermano Abel. También el pecado hería la vida comunitaria en una sus relaciones fundamentales, la fraternidad.

+ Ramón Benito de la Rosa y Carpio
Arzobispo Metropolitano de Santiago


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