Lic. Lennys Gaspar Tejada Betancourt. El presente mes de octubre los cristianos católicos lo dedicamos de manera especial a la profundización y motivación del rezo del Santo Rosario; también lo dedicamos a la concienciación de la dimensión misionera de la Iglesia. En esta ocasión quiero referirme a la primera intención.
“El Santo Rosario o salterio de la Santísima Virgen es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo entre cada diez Avemarías un Padrenuestro y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor” (Sumo Pontífice San Pío V, Bula de 1569).
El Rosario está compuesto en su fondo y sustancia de la oración que Jesucristo les enseñó a sus discípulos y del saludo que el ángel Gabriel le da a María; rezar el Rosario no es una mera repetición de palabras, sino un revivir junto a María los mayores sucesos de la vida de Cristo, mientras vamos repitiendo Avemarías. Es sin duda la primera oración y la devoción primera de los fieles, que desde los apóstoles y los discípulos se transmitió hasta nosotros. Algunos hermanos –no muy católicos-, niegan la eficacia del Rosario y rechazan la estructura del mismo; aceptan el rezo del Padrenuestro, pero refutan el Avemaría. Me interesa recordarles a estos hermanos que, el Avemaría no es una oración improvisada por un fanático desequilibrado, sino antes bien, es la combinación del saludo del Ángel a la Virgen y el anuncio de su maternidad; la alabanza de Santa Isabel al recibir la visita de María y la súplica de la Iglesia por su intercesión. El Gloria: es la glorificación a Dios, Uno y Trino.
La devoción del Rosario tiene ya unos ochocientos años de vida en la Iglesia. Un papel importante en su origen se atribuye a Santo Domingo de Guzmán (siglo XIII), quien recomendaba a las personas que repitieran frecuentemente a la Virgen María el Avemaría, pensando en los misterios de la Vida, Pasión y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Santo Domingo y otros padres dominicos dedicaron gran parte de su vida a propagar entre las gentes la costumbre de rezarle a la Santísima Virgen.
La tradición enseña que en el año 1208, María, Madre de Dios, enseñó personalmente a Santo Domingo, a través de una visión, cómo rezar el Rosario y le dijo que propagara esta devoción a todas las generaciones y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.
El Santo Rosario era una herramienta que utilizaban las personas sencillas que no sabían leer o que no tenían libros, para reemplazar el rezo del salterio o 150 Salmos de la Biblia que los religiosos rezaban cada semana y que ahora se hace diariamente. Esta práctica era muy constante en décadas pasadas, pero se ha ido debilitando paulatinamente en la sociedad actual. Realmente muchos hombres y mujeres en el transcurrir de la historia han fenecido con un rosario en sus manos, porque entienden que es un modo sencillo de ascender más y más al cielo. Nosotros, los que tenemos conciencia de los beneficios del rezo del mismo, tenemos la responsabilidad de trabajar por el rescate de esa costumbre que mantiene la familia más unida. .