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Médico, cúrate a ti mismo

En esta lectura de Lucas, el evangelista me llama la atención cómo la gente común tiende a rechazar al que es de su pueblo, de su familia o de su ambiente.

El viejo Simeón anunció que Jesús sería “como una bandera discutida”, signo de contradicción.

¿No es este el hijo de José? Los de Nazaret no podían creer que “alguien de su comunidad” podía ser profeta y menos aún que fuera el mismo Mesías.

Yo sé que en los tiempos actuales nos es mucho más fácil creer en Jesús y confiar en su Palabra y su mensaje. Y tenemos que ser portadores de esa Buena Noticia siendo fermento de evangelio en donde Dios nos haya colocado.

Sin embargo, he visto muchas veces cómo no quieren creerle a alguien que ha cambiado su forma de ser y de actuar, simplemente porque tuvo un encuentro personal con el Señor, con Jesús de Nazaret, ese amigo que nunca falla.

Y dicen ¿no es este nuestro amigo, hermano o primo que era de tal o cual manera? ¿Por qué ahora es diferente?

Y no entienden que la “conversión consiste en pasar de un estado a otro, luego volverse a Algo o a Alguien y finalmente cambiar de dirección o camino”.

Yo hice mi cursillo de cristiandad en el año 1994 y pude comprobar lo que tanto se menciona sobre la conversión y simplemente entendí que “convertirse” es cambiar de actitud.

Han pasado casi 16 años desde que tuve ese encuentro personal con mi Señor y durante todo este tiempo he visto a tantos y tantos “hijos de José” darle un giro a sus vidas, cambiar de actitud y entregarse de lleno al Evangelio y que con el testimonio de sus vidas luchan por transformar sus ambientes.

En este caminar de la mano de Jesús y de nuestra madre María, tengo siempre fe en que no estamos solos y que hay mucha, mucha gente, que piensa igual que nosotros, que hay esperanza de que todo puede cambiar, que podemos construir un mundo mejor, pero para eso tenemos primero que cambiar nosotros.

fuente: listin diario

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