Por experiencia sabemos que el mundo está administrado por los mayores. Estos poseen la base económica, gobiernan el Estado, crean las leyes, guían las distintas instituciones existentes. También los jóvenes tienen conocimiento, gozan de la valentía y del deseo de crear sus bases, de ejecutar sus metas, pero en ciertos momentos no se les da la oportunidad de ejercerlo, pues son considerados por muchos “sin experiencia” y “dislocados”. Hay quienes hasta los califican como sinónimo de corrupción, de atraso, de desorden, de inexperiencia, de descontrol humano.
En ocasiones solemos escuchar de sus labios frases como: “¿A dónde va a parar el mundo con esta juventud tan perversa?; “en mi tiempo no era así”; “esta juventud no sirve”; “que pena que la juventud se está perdiendo”; “la juventud ya no respeta a los mayores”; “la juventud de hoy es la corrupción en práctica” “¡qué juventud!”.
¿A caso no fueron ustedes jóvenes? Pues, es obvio que somos el resultado de nuestros ancestros. Entonces ¿Por qué nos critican, por ser jóvenes o porque se avergüenzan de ustedes mismos? ¿Por qué nos atribuyen cualidades negativas y olvidan los hechos positivos?
¿Dónde queda el joven que lucha tras la esperanza de triunfar, el intelectual, el que sigue los mandatos divinos, el que vive y predica el bien común?
Ante esto digo: no son corruptos, no son la causa de los males de hoy. Hay algunos que violan las leyes, pero no todos.
Los jóvenes por su parte dinamizan el mundo. Tienen una característica particular, y es que son virtuosos y analíticos; dinámicos y creativos; no son conformistas y buscan la razón de las cosas.
A ti adulto que me critica, no me dé una visión del presente que ignore el pasado y de un idealismo utópico que no conduzca a nada práctico. ¡No me critique por ser joven!
El autor es: Lic. en Filosofía y Director Ejecutivo de Prensa del Arzobispado de Santiago.
En ocasiones solemos escuchar de sus labios frases como: “¿A dónde va a parar el mundo con esta juventud tan perversa?; “en mi tiempo no era así”; “esta juventud no sirve”; “que pena que la juventud se está perdiendo”; “la juventud ya no respeta a los mayores”; “la juventud de hoy es la corrupción en práctica” “¡qué juventud!”.
¿A caso no fueron ustedes jóvenes? Pues, es obvio que somos el resultado de nuestros ancestros. Entonces ¿Por qué nos critican, por ser jóvenes o porque se avergüenzan de ustedes mismos? ¿Por qué nos atribuyen cualidades negativas y olvidan los hechos positivos?
¿Dónde queda el joven que lucha tras la esperanza de triunfar, el intelectual, el que sigue los mandatos divinos, el que vive y predica el bien común?
Ante esto digo: no son corruptos, no son la causa de los males de hoy. Hay algunos que violan las leyes, pero no todos.
Los jóvenes por su parte dinamizan el mundo. Tienen una característica particular, y es que son virtuosos y analíticos; dinámicos y creativos; no son conformistas y buscan la razón de las cosas.
A ti adulto que me critica, no me dé una visión del presente que ignore el pasado y de un idealismo utópico que no conduzca a nada práctico. ¡No me critique por ser joven!
El autor es: Lic. en Filosofía y Director Ejecutivo de Prensa del Arzobispado de Santiago.
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