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El gran protagonista es Dios

Luis García Dubus

Imagínese que alguien entra en una iglesia y comienza a “orar” en voz alta de esta forma: “Oh Dios, te doy gracias porque yo soy una persona muy santa, no como todos los demás que son indignos pecadores.

Yo vengo a misa todos los días, y hago novenas, rezo rosarios y hasta a veces doy limosnas. ¡Qué persona tan buena yo soy, caramba!”.

¿Qué diría usted de esta persona? ¿Qué le parece esta oración? Quizás pensaría usted que es una persona un poco desquiciada.

O tal vez me diría que no es posible que existan personas como esa. Y me imagino que contestaría usted que no fue realmente una oración, que más bien fue un soberbio monólogo pretencioso.

Bien, pues estamos de acuerdo en eso. Veamos ahora otro caso.

Al mismo tiempo había allí otra persona. Esta era un ladrón, se quedó al fondo de la iglesia, y sólo dijo: “Oh Dios, ten piedad de este pecador”.

¿Qué le parece esta otra persona? ¿Qué opina sobre lo que dijo? Creo que estará de acuerdo en que este último era al menos sincero y auténtico, puesto que se presentó ante Dios tal como era, sin pretensiones, ni falsedades, ni excusas.

Bien, pues dice el Señor hoy (Lucas 18,9-14) que el segundo salió del templo absuelto, mientras que el primero no. Y termina declarando:

“PORQUE QUIEN SE ENSALZA SERÁ HUMILLADO, Y QUIEN SE HUMILLA SERÁ ENSALZADO”
(Lucas18, 14).
Durante muchos años, cada vez que leía este evangelio, no encontraba dónde situarme, ni en el primer caso ni en el segundo, pero de todas maneras llegaba a la conclusión de que yo no era digno de presentarme ante Dios. Entonces descubrí que el mensaje principal de este evangelio no es algo acerca de mí, !es algo acerca de Dios…! El gran protagonista del evangelio de hoy es Dios. La misericordia de Dios.

El gran amor de Dios que espera con los brazos abiertos al humilde que se acerca.

El Señor me está hablando de que su amor por mí es gratis, y no por mis méritos. Está proclamando que Dios es Misericordioso. Pero este mensaje sólo se descubre cuando se escucha suavemente en el silencio de la oración.

Orar es descubrir en la intimidad con Dios que usted es una persona a quien Él ama. Paulo VI dijo: “Orar quiere decir colocarse en condiciones de recibir”.

¿De recibir qué? De recibir ante todo un amor perdonador, un amor misericordioso. Y, naturalmente, para recibir misericordia, tiene uno que presentar sinceramente sus miserias a Dios. Esto último fue lo que hizo el ladrón.

LA PREGUNTA DE HOY ¿Qué significa misericordia? Nadie es perfecto. Todos tenemos imperfecciones, deficiencias, carencias. Todos carecemos de algo.

A estas carencias los santos las llaman miserias, y dicen que Dios mira nuestras miserias con un corazón de Padre. Eso es lo que significa “miseri-cordia”: mirar nuestras miserias con el corazón. Es decir con amor, con compasión.

“El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en perdón”, dice un Salmo que nos llena de confianza.

Y si usted y yo somos amados de esta forma, podemos acercarnos a él y presentarle humildemente nuestras miserias, confiados en que Él nos amará así, y saldremos de esa “reunión” (oración) confortados, fortalecidos y absueltos por amor.

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